De fama y papel de baño. *

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Sentado en el retrete, Pablo, a través de la pared justo detrás de él, escucha la conversación de lo que parece ser su vieja vecina con alguien más al teléfono:

– Le decimos algo, que íbamos al centro, o alguna cosa y ya está. No pasa nada ya verás.

» Yo qué sé, no tengo idea de quién pueda haberle dicho. Pero vamos, que no queda más que callarnos, ¡hacernos las locas, mujer!, o cambiar las cosas a nuestra versión de los hechos.

» Le podemos decir cualquier cosa. ¡Si no estaba ahí! Lo único que hay que asegurar es que no quedemos mal. Hay que deshacer por todos los medios esa opinión que pudimos apoyar pero que simplemente no ha salido de nuestras bocas. Y eso sí, nadie se puede enterar. Quiero decir, nadie más. Tres éramos suficientes, pero una boca más no es fácil de hacer cómplice. Y si se exageran las cosas como es costumbre, ¡madre mía, la que se arma! No, no. Es más fácil callar una boca que hacerla cómplice.»

Pablo centra tal atención en abrir los oídos para seguir escuchando a la voz que parece alejarse o cambiar de habitación que se olvida de que tiene el pantalón y la trusa a la altura de los tobillos y la piel desnuda en la porcelana.

Con el oído un poco hacia la pared, oye nuevamente la cercanía de la voz y regresa a su pose inicial de oyente animal, reflexivo, con los brazos sobre las piernas.

– Bueno, y ella dónde está? Ah, que se ha ido de vacaciones? Mira nada más. Aquí todo el mundo hablando de ella y ni siquiera está para darse cuenta de lo que nosotras tenemos que hacer ni de la carga que tenemos para limpiar lo que se diga de ella simplemente conocerla.

»En cuanto llegue de la playa la invitamos aquí a casa a tomar un café, le explicamos, y vas a ver como de…»

La voz se vuelve a perder tanto tiempo como para que Pablo se dé cuenta de que su piel sigue cara a cara con el excusado.

Mientras se lava las manos, una vez con los pantalones puestos, recuerda el papel que ha usado dando vueltas dentro del sanitario antes de bajar la tapa. Piensa que lo mismo le da lo que alguien pudiera decir de él que lo que se va por el wáter aunque el pensamiento lo traicione y, muy a su pesar, le preocupa un poco más de lo que cree: «Como si no hubiera cosas más importantes por hacer, también “tenemos” que preocuparnos por lo que dicen de nosotros. Yo me piro a la calle a coger algo de sol y a agradecer que esa vieja loca no me la topo ni en el ascensor. Ya me imagino si hubiera sido ella la que me viera llegar borracho hace unos meses besando a Julio en las escaleras. Seguramente ella y toda la junta de vecinos….”

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* (Tercer post -y contando- para «las domingueras«.) Tema: Reputación.

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