Fútil confesión.*

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Siempre he sentido que la vida la he hecho yo como he querido. Cierto es que hay cosas que no dependen de nosotros y pasan sin que se nos pregunte hacia dónde queremos que vayan, pero siempre he estado convencido de que la vida la hacemos, la llevamos por donde queremos, y que a pesar de que el resultado sea bueno o malo, felices los que lo logramos porque cada-quien-tiene-lo-que-quiere según mi forma de ver las cosas.

No recuerdo la última vez que dije “voy a dejar que la vida me lleve”. De hecho, no sé si alguna vez en realidad lo haya hecho. Tampoco voy a pecar de vanidoso y decir que soy todopoderoso y que la vida me hace los mandados. Jamás. Ya quisiera. Pero precisamente hoy tengo una resbaladilla frente a mí, un paso más y puedo deslizarme fácilmente hacia donde vaya, puedo dejarme ir y no sé si quiero hacerlo. Andar siempre por pasillos que me sean fáciles o familiares no es lo mío porque sé que siempre hay algo más y mejor. Siempre.

El camino a seguir me lo quieren vender de la forma más fácil y cómoda pero, para variar, no deseo esa comodidad. Lo difícil siempre es motivo para luchar y me hace irme muchas veces por el lado contrario a palabras como “sigue soñando”, “no vas a lograrlo” y «¿qué provecho le vas a sacar?”. Todas son solamente motores que han prendido mi fe y mis ganas.

Ahora que la vida se muestra un poco más cruda de lo normal, soy yo el que procesa preguntas y desvaríos de seguridad en la mente, y me da miedo irme por la resbaladilla donde no hay nada que temer y parece que todo es facilidad. Pero ése no soy yo. Quiero seguir en el camino que me dicta el pecho. No es ser impulsivo, es ser más intuitivo. Eso me ha dado más satisfacciones que las que hubiera contado si jamás me hubiera encaprichado por algo. Seguro.

Vagar sin rumbo tampoco lo es, andar a la deriva no es lo mío. Lo mío es llevar un camino paso a paso para no sentir que se va por uno solo ya largo y marcado, es simplemente el mío.

Quisiera presumir que nunca me he dejado llevar, pero tristemente estoy a punto de tomar una decisión que parece que me está tirando al lado en el que doy el paso, me dejo llevar, y ya dirá la vida al final del tramo. Pero el paso aún no se da, y mientras lo pienso, la moneda está en el aire y mis ojos puestos en ella.

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* (El post de la semana pasada en “las domingueras“.) Tema: Moneda al aire.

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